La globalización que se vive hoy en día ha modificado nuestros hábitos y forma de trabajar. El radicar en otra ciudad o incluso en otro país son situaciones que ya no resultan casos aislados.
Joaquín es un amigo que siempre vivió en la Ciudad de México y era el típico citadino que decía que él nunca se saldría a vivir a otro estado.
Había varios pretextos para ni siquiera investigar si esto era posible, y digo pretextos, pues el ritmo de vida que llevaba era muy pesado.
Él vivía con su esposa y su pequeña hija de dos años de edad, por el rumbo de Lindavista y su trabajo estaba en la Colonia del Valle.
En los horarios de entrada y salida de las oficinas el tránsito era muy lento y por donde le buscara siempre había una o varias avenidas que le complicaban el acceso.
Ya sea que se atoraba por Reforma, o por Insurgentes o Circuito Interior, mas siempre sucedía algo.
Sus trayectos de ida o vuelta de la oficina eran de aproximadamente hora y media en el auto, y en el Metro lo reducía a una hora y cuarto por el transbordo que debía hacer, más un autobús que lo llevaba hasta su oficina.
Realmente era un desgaste tremendo y con el horario que tenía desde hacía ya tres años, se comenzó a dar cuenta de varias cosas, como ver dormida a su hija cuando salía y verla por lo general dormida cuando llegaba.
Vivían en un departamento cercano a la estación Lindavista y los fines de semana, en lugar de disfrutar a su familia y salir a distraerse, lo único que quería era salir de ahí.
Regresando a los pretextos, decía que salir de la ciudad era ir a lo desconocido, que “a lo mejor” se encontraban a gente que les pudiera dañar por ser nuevos en el lugar, que “a lo mejor” no se sentían a gusto, que “a lo mejor es un lugar muy caro”, que “a lo mejor no hay trabajo” y así podría seguir por un buen rato.
Y las cosas por algo pasan.
Él trabaja para una compañía transnacional que vende equipo industrial y cuenta con una gran experiencia en el ramo, por lo que le ofrecieron una de las Gerencias Regionales.
Incluso le dieron a escoger, por ser el que llevaba más tiempo en el puesto, y pudo elegir entre Guadalajara, Querétaro y San Luis Potosí.
La compañía cubriría los gastos de mudanza y recibiría una cantidad para reubicarse y adecuar el lugar a donde se mudaría.
Decidió no vender su departamento en México porque “a lo mejor no le gustaba” y se regresaban.
Se animó y lo dejé de ver cuando se fue finalmente a Querétaro, también cerca de la Ciudad de México porque por si se ofrecía algo y “a lo mejor tenía que venir a ver a su familia”.
Después de más de un año me llamó para saludar.
Resulta que estaban muy a gusto, encontraron una escuela donde su hija estaba contenta, su trayecto al trabajo se redujo a 10 minutos (20 minutos cuando hay mucho tráfico) y estaban viendo los departamentos en venta en Querétaro para no pagar renta, porque estaban tan a gusto que en lugar de pagar se decidieron por adquirir uno y el departamento que tienen en la Ciudad de México lo rentarían para aligerar los gastos.
Yo solo le pregunté si ya era seguro y parece que era otro. Ya platicando con más calma, reconoció que le ganaba el temor y que solo es cuestión de probar.
¿Cuántos casos como el de Joaquín conoces?
Tal vez sea el momento de quitarnos el “a lo mejor” y buscar una mayor calidad de vida. Afortunadamente, México es muy grande y si nos queda chico, pues hay mucho mundo por descubrir, solo es cuestión de animarse.